lunes, 25 de octubre de 2010

NUEVA YORK

¡Qué compromiso, hacer una entrada sobre esta ciudad¡  Es imposible abarcar en un resumen tan cósmica metrópolis. Contiene como todas, millones de pequeños universos, a los que hay sumar aquéllos creados por nuestro imaginario colectivo a base de películas, series de televisión, historias e Historia. Por tanto sólo escribiré sobre mis impresiones y sensaciones.


Sobre el viaje, aparte del tremendo tropezón de alquilar un apartamento que no había sido limpiado desde que Fred Astaire aprendió claqué, todo ha salido tal y como hubiéramos podido desear. La estancia ha sido muy agradable, el tiempo cambiante pero no imposible, la gente amabilísima y además de que llevábamos traductora, nos han hablado más en español que en otra cosa. Los viajeros de medio pelo que se relacionan sobre todo con subalternos inmigrantes tienden a ver una realidad no sesgada sino diríamos a pie de calle. A la superestructura de los rascacielos, tiendas selectas, hoteles lujosísimos y museos dignos de reverencia se opone esta más humilde visión de calles atestadas, tráfico denso, trayectos eternos en metros que en España provocarían dimisiones (a pesar de lo difícil que ya es esto), precios desorbitados y neoliberalismo e individualismo a ultranza.


Y a pesar de todo ello una no puede sino rendirse a esta vibrante ciudad, con gentes de todo pelaje y opinión, siempre en movimiento, que come y bebe y lee y consulta su iPad y compra sobre la marcha, que guarda a los semáforos el mismo respeto que nosostros (o sea, ninguno). Nueva York -Manhattan, a decir verdad - es como un resumen de nuestra civiización. Dicen que es lo más europeo de los Estados Unidos. Será por eso que en muchos momentos tenía una extraña sensación: la de no saber exactamente dónde estaba. Si, feliz yo que puedo mezclar las experiencias viajeras, tan cercanas. Pero daba un poco de vértigo tener que reflexionar si estabas en Nueva York o en Londres o si te correspondía traducir al francés, o al italiano. Y aquí la conclusión de esta situación: la de que es difícil viajar al "extranjero", de que al fin todo termina pareciéndose demasiado. Y visto lo bien que hemos estado: que no sé si me apetece ya tanto frecuentar otros mundos, otras culturas.


Como viajeras en tierra extraña nos alegrábamos de ver la tienda de Zara (y en Berlín, en París, Roma, Londres...) y ya conociamos la del Starbuck's, omnipresente y acogedora. Así que si queríamos una experiencia "auténtica" paradójicamente había que ser poco original y sacar la libreta de puntos "New York" e ir tachando cuantos aspectos típicos se supone que componen esta ciudad: Empire State, Donkin Donuts, Estatua de la Libertad... Todos cumplimentados con gran contento, placenteramente.


Decoración de Haloween en una chocolatería



Creo que ha sido el viaje en el que menos me ha incomodado "ir de tiendas". Realmente, además de los magníficos museos que hemos visitado, el comercio parece ser la columna vertebral de este país. Todos, y a todas horas, están comprando y consumiendo. ¿No es ésta la esencia de nuestra civilización? ¿No nació el liberalismo, antes que como defensa de los derechos humanos, como libertad de comercio? ¿Por qué si no atacar las orgullosas torres del World Trade Center, el Centro del Comercio Mundial (dirigido desde aquí)?.

Tiena Lego en Rockefeller Center, reproduciendo su decoración con piezas Lego



Aquí visitar tiendas es cumplir un imperativo cultural: la confirmación de que vivimos en una sociedad de consumo. Éstas, por supuesto, tienen lo mejor de lo mejor, y lo venden con exquisito gusto. Imaginación, creatividad, distinción, son otros adjetivos con que calificar a estos lugares a los que accedíamos sin problema, a pesar de nuestro "uniforme" turista. En Tiffany's los dependientes se nos acercaban no ya amables, sino obsequiosos, preguntándonos si estabámos interesadas en algo. ¿No era evidente que no?. Pero esa pregunta da una calidad al lugar, que para mi lo sitúa en alguna cima del buen hacer mercantil.



Yo siempre había dicho que no sabría ser rica. Cuando voy de tiendas en mi país no suelo ver artículos que me atraigan, o quizás no visito los lugares adecuados. Tengo que admitir mi error: en Nueva York aprendería a gastar con gran rapidez. Ya tengo hasta localizados los establecimientos (por supuesto, uno es Tiffany, no soy amante de las joyas pero tenían una sección de Hogar, perdón, Mansión que quitaba el hipo).



No hay comentarios:

Publicar un comentario