martes, 26 de octubre de 2010

BASURA

Nuestra civilización genera mucha basura. Demasiada. Antes no había plásticos ni PVC y predominaban los restos orgánicos. Además quedaban pocos, la gente pasaba suficiente hambre como para dejar el plato bien limpio, y lo que sobraba se les daba a las gallinas, perros o cerdos. Esto lo sabe todo el mundo. Ahora el problema es el contrario: en el Primer Mundo nos sobran los restos y los evoltorios se multiplican, además de que éstos son casi eternos: una chocolatina tiene un envoltorio que resisitiría una bomba, y que tardará en degradarse siglos.

Para la colección de souvenirs
En España creo que ya vamos haciéndonos a la idea de estos problemas por lo que me ha resultado impactante y casi insultante la enorme cantidad de basura que deja en su entorno cualquier ciudadano de EEUU. En las tiendas de comestibles te ponen no una, sino dos bolsas estupendas - de papel eso sí, nos las hemos traido todas y pensamos irnos a hacer la compra a Galerías Primero a fardar de envoltorio - y en todas las cafeterías te ponen (sin pedirlo) la bebida en un vaso de poliespán o papel si no son dos y un protector de cartón porque está ardiendo, y una tapa de plástico con agujeritos que impide que te la tomes "normalmente" (o sea, como en España), la tienes que quitar con cierto esfuerzo y riesgo de derramar el líquido. Además en muchos sitios no hay cucharillas (son de plástico cuando las hay, otra hermosa colección de picnic) lo que dificultó el primer día la operación de cuantificar el azúcar que me ponía (me pongo media cucharilla). El gesto lo hice sobre la pajita, se puede entender mi fracaso... A cambio, las dosis de azúcar son bastante más escasas que en España (terminé por ponerme casi todo el saquetín).

Tengo alma de recicladora. Me viene de mi yayo Manuel, que se dedicaba a rebuscar en las basuras en sus largos paseos para desesperación de mi madre, a la que siempre traía algún trofeo que ella calificaba inmediatamente de "zarrio" o "porqueria", dependiendo de si le desagradaba bastante o muchísimo. No sabemos si esta afición era fruto de la ancianidad o una costumbre arraigada en una generación que las pasó canutas. Podría ser también que así entretuviera sus salidas callejeras.

A mí la basura siempre me ha parecido estimulante. Ojo que me explico, no arruguéis las narices¡¡ Cuando veo objetos tirados siento simpatía por ellos, me parecen viejos sirvientes arrojados de la casa cuando ya no pueden seguir cumpliendo con sus deberes. ¿Soy una sentimental? Se comprenderá que no tiro casi nada, todo entra en la categoría de "recuerdo". Además muchas cosas abandonadas me parecen en un estado suficientemente pasable como para que pudieran tener "otra oportunidad" en otro hogar.



http://friesco.files.wordpress.com/2008/04/123.jpg

Y lo que entra en la categoría de desecho, me parece transformable artísticamente. Me gustaba el arte povera, que convertía un montón de ropas viejas en una instalación ¿No aplastaban los artistas pop los coches viejos y los presentaban como obras de arte? Me parece una idea imaginativa al problema de los desechos. ¿Por qué no convertir los vertederos en Museos o como ahora los llaman, Centros de Interpretación de nuestra realidad?





Yo sé que decir que me inspira la basura no es la mejor manera de hacer amigos, pero no soy la única. Os recomiendo si no la conocéis la película de Agnes Varda Los espigadores y la espigadora, me ha resultado original y rompedora además de tierna pues aborda el tema de la marginalidad (social, de los objetos y productos) y de la vejez con enorme sensibilidad.





Sufro constantemente con estas cuestiones, no puedo remediar pensar que somos una panda inconsciente de derrochadores....

INCISO ROMANOBRITÁNICO

Me estoy leyendo una novela de Simon Scarrow, Roma vincit, que narra la invasión de Britania en tiempos de Claudio y tiene como protagonista al joven Cato, legionario en esos momentos. Muy recomendable aunque éste -que es el segundo libro de la serie con este prota- me está resultando algo cargante ya que lleva unas 200 páginas describiendo (muy bien por cierto) las visicitudes de la lucha. Son demasiadas páginas. Me han venido bien no obstante para enfrentar el reto de las 8 horas de vuelo a Nueva York, así que lo doy por bien leído.

Pues resulta que estaba buscado información sobre el asunto y sus protagonistas reales - descoloque del jet lag, son las 1,35 a.m - y me aparece un mapica con la Gales de entonces y hete aquí que al leerme el nombre de las tribus ¡oh sorpresa¡ aparecen como por ensalmo los periodos geológicos de la Era Primaria, ésos que me repasé hace poco tras ir al Piineo: Cámbrico, Silúrico, Ordovícico, Devónico de Devon ¿no?, carbonífero como que hay mucho por esas tierras y Pérmico.


En fin... Calígula hizo un remedo de invasión de la isla y mandó a los soldados recoger conchas de la playa como ofrenda de gratitud a los dioses.

Conchas que se incrustaban y fosilizaban en las rocas de estos lugares primigenios.Todo encaja ¿o es que me está dando fiebre?

lunes, 25 de octubre de 2010

RASCACIELOS

Lo más conocido, evidente. El icono. The skyline: se ven mejor desde lejos. Los neoyokinos reconocerán a los foranos por el torcimiento de cuello de andar todo el rato subiendo la mirada, haciendo fotos que nunca salen del todo bien.  Impresionan mucho, probablemente los vistos hasta entonces serán pálido remedo de éstos, que apabullan por su altura, densifican el horizonte.




Son hermosos, con su orgulloso anhelo de llegar a lo más alto. En este impulso se reconoce la juventud de esta civilización, optimista y emprendedora. Fueron posible gracias a las nuevas técnicas de ingeniería arquitectónica que nacidas en Europa, triunfaron en los Estados Unidos, cada vez más liberados de las que entonces se consideraban viejas y caducas tradiciones. Poco a poco fueron cayendo "records", cada edificio rivalizaba con el anterior en su impulso ascensional. Son las modernas torres de catedrales laicas, que dan su identidad a la fisonomía de esta ciudad.

Su piel de acero y cristal tiene la tersura y brillantez de un animal salvaje. El cielo se refleja en sus planos afilados y todo él se vuelve atmósfera, casi ingrávido.







Los primeros días me agobiaban bastante. Me recordaban mis pesadillas con el Pilar, multiplicada la angustia que siento de que se me venga encima el edificio: son muchísimo más altos y están más cerca - al menos eso parece - uno de otro.


Quizás por eso los soporto mejor desde la distancia. Quizás por eso - entre otras cosas - me gustó tanto Greenwich Village.


NUEVA YORK

¡Qué compromiso, hacer una entrada sobre esta ciudad¡  Es imposible abarcar en un resumen tan cósmica metrópolis. Contiene como todas, millones de pequeños universos, a los que hay sumar aquéllos creados por nuestro imaginario colectivo a base de películas, series de televisión, historias e Historia. Por tanto sólo escribiré sobre mis impresiones y sensaciones.


Sobre el viaje, aparte del tremendo tropezón de alquilar un apartamento que no había sido limpiado desde que Fred Astaire aprendió claqué, todo ha salido tal y como hubiéramos podido desear. La estancia ha sido muy agradable, el tiempo cambiante pero no imposible, la gente amabilísima y además de que llevábamos traductora, nos han hablado más en español que en otra cosa. Los viajeros de medio pelo que se relacionan sobre todo con subalternos inmigrantes tienden a ver una realidad no sesgada sino diríamos a pie de calle. A la superestructura de los rascacielos, tiendas selectas, hoteles lujosísimos y museos dignos de reverencia se opone esta más humilde visión de calles atestadas, tráfico denso, trayectos eternos en metros que en España provocarían dimisiones (a pesar de lo difícil que ya es esto), precios desorbitados y neoliberalismo e individualismo a ultranza.


Y a pesar de todo ello una no puede sino rendirse a esta vibrante ciudad, con gentes de todo pelaje y opinión, siempre en movimiento, que come y bebe y lee y consulta su iPad y compra sobre la marcha, que guarda a los semáforos el mismo respeto que nosostros (o sea, ninguno). Nueva York -Manhattan, a decir verdad - es como un resumen de nuestra civiización. Dicen que es lo más europeo de los Estados Unidos. Será por eso que en muchos momentos tenía una extraña sensación: la de no saber exactamente dónde estaba. Si, feliz yo que puedo mezclar las experiencias viajeras, tan cercanas. Pero daba un poco de vértigo tener que reflexionar si estabas en Nueva York o en Londres o si te correspondía traducir al francés, o al italiano. Y aquí la conclusión de esta situación: la de que es difícil viajar al "extranjero", de que al fin todo termina pareciéndose demasiado. Y visto lo bien que hemos estado: que no sé si me apetece ya tanto frecuentar otros mundos, otras culturas.


Como viajeras en tierra extraña nos alegrábamos de ver la tienda de Zara (y en Berlín, en París, Roma, Londres...) y ya conociamos la del Starbuck's, omnipresente y acogedora. Así que si queríamos una experiencia "auténtica" paradójicamente había que ser poco original y sacar la libreta de puntos "New York" e ir tachando cuantos aspectos típicos se supone que componen esta ciudad: Empire State, Donkin Donuts, Estatua de la Libertad... Todos cumplimentados con gran contento, placenteramente.


Decoración de Haloween en una chocolatería



Creo que ha sido el viaje en el que menos me ha incomodado "ir de tiendas". Realmente, además de los magníficos museos que hemos visitado, el comercio parece ser la columna vertebral de este país. Todos, y a todas horas, están comprando y consumiendo. ¿No es ésta la esencia de nuestra civilización? ¿No nació el liberalismo, antes que como defensa de los derechos humanos, como libertad de comercio? ¿Por qué si no atacar las orgullosas torres del World Trade Center, el Centro del Comercio Mundial (dirigido desde aquí)?.

Tiena Lego en Rockefeller Center, reproduciendo su decoración con piezas Lego



Aquí visitar tiendas es cumplir un imperativo cultural: la confirmación de que vivimos en una sociedad de consumo. Éstas, por supuesto, tienen lo mejor de lo mejor, y lo venden con exquisito gusto. Imaginación, creatividad, distinción, son otros adjetivos con que calificar a estos lugares a los que accedíamos sin problema, a pesar de nuestro "uniforme" turista. En Tiffany's los dependientes se nos acercaban no ya amables, sino obsequiosos, preguntándonos si estabámos interesadas en algo. ¿No era evidente que no?. Pero esa pregunta da una calidad al lugar, que para mi lo sitúa en alguna cima del buen hacer mercantil.



Yo siempre había dicho que no sabría ser rica. Cuando voy de tiendas en mi país no suelo ver artículos que me atraigan, o quizás no visito los lugares adecuados. Tengo que admitir mi error: en Nueva York aprendería a gastar con gran rapidez. Ya tengo hasta localizados los establecimientos (por supuesto, uno es Tiffany, no soy amante de las joyas pero tenían una sección de Hogar, perdón, Mansión que quitaba el hipo).



martes, 12 de octubre de 2010

SAN ADRIÁN DE SASABE

Un control de la Guardia Civil en la Torre de Fusileros cerca de Canfranc me impide ver la información sobre este punto geológico así que me decido a buscar una iglesia románica que aún no he podido ver. En la Oficina de Jaca me informa mi “guía” de que se puede acceder desde Aratorés pero que es mejor desviarse por Aísa, pero como no tengo todo el día me decido por lo primero.

Portada de la iglesia de Aratorés con crismón

Inscripción del año 901 procedente de la ermita de San Juan





Omnes domum martirum christianorum presentia hic fulget et limen sancti Ioannis apostoli introeritis pro sacerdote Samuele sibe omnipotentis eglesia in domino preces fundatisse omnes simus consortes in regiones biborum. Era DCCCCXXVIIII Santio fecit



 
 
En Aratorés un cartel muy completo me informa sobre su iglesia, y las inscripciones que la adornan. El pueblito, muy limpio y arreglado, parece desierto en este jueves de comenzos de octubre.




Siguiendo hacia el puerto paso la localidad de Borau un cartel me anuncia un sendero hacia San Adrián. Éste a pesar de ser una GR (convenientemente señalada con marcas blancas y rojas) consiste en una trocha pedregosa cubierta por la maleza en cuyas zarzas me engancho continuamente. Jesús, cuánto cuesta llegar a esta iglesia. Cuando veo que la senda asciende por una ladera soleada en exceso (son las 4 de la tarde) me vuelvo. ¿De verdad no se puede llegar de otro modo?. Pues sí, una carreterilla casi pista entre granjas me lleva finalmente a San Adrián. Otro cartel informativo muy completo desmiente la sensación que me embarga: la de haber vuelto al Pirineo de mi infancia, con sus carreteras estrechas y llenas de curvas, y sus paisajes todavía humanizados.




San Adrián se fundó en época visigoda pero después debió abandonarse. En 924 el territorio aragonés estaba controlado por la monarquía pamplonesa, y el obispado iruñés reorganizó el territorio instalando un "episcopus Sisabensis" en la persona de Ferriolo. La sede episcopal de Sasabe debía ser tan modesta como el condado en el que se ubicaba.



En 1050 Ramiro I la cedió a su hijo García, dotándola de bienes. En 1077 Sancho Ramírez funda Jaca como ciudad y traslada allí la sede episcopal; es el momento en que se termina de construir la actual iglesia pero poco después Sasabe entra en decadencia. Situado además entre dos barrancos fueron frecuentes las arroyadas y la iglesia terminó sepultada. Así me lo contó la hija del ingeniero que trabajó para desenterrar la iglesia y que casualmente trabaja ahora en el Oficina de Turismo de Jaca.


Capitel jaqués en portada oeste

El edificio muy limpio y restaurado, exhibe una portada muy sencilla con un capitel del estilo de los de la catedral de Jaca y otro irreconocible. El ábside se adorna con arquillos lombardos y canecillos muy sencillos con relieves de estilo muy sobrio (muy rural) que representan una margarita, y una mano que sostiene una cruz (símbolo según algunos de San Adrián), además de una cabecita sonriente que García Omedes sostiene que es símbolo de Sancio de Larrosa, pendolista de la catedral de Jaca que firmaba los documentos con este curiosísimo dibujo y que fue abad de esta iglesia en fechas similares a las de su consagración (1104).




















La entrada lateral con arco de medio punto tiene una rosca de ajedrezado jaqués. Se sitúa en lo que parece el sótano del cuerpo del edificio. La puerta, de madera, tiene una tabla rota. Después de pensar un poco el ridículo que pasaría si me vieran reptando por el hueco, me decido a entrar. El interior no es precisamente espectacular pero por unos momentos me siento como esos exploradores que descubrian tesoros artísticos perdidos en la noche de los tiempos. La simplicidad de la construcción esconde me parece, una historia más compleja de lo que aparenta.¿Es posible que el templo primigenio fuera arruinado por una de esas avalanchas que enronaron periódicamente el recinto?
Entrada lateral con rosca de ajedrezado


Además de la presencia física del edificio, la visita no trae sino preguntas, como los buenos viajes de descubrimiento. Aunque existe un panel junto a la iglesia, son más las dudas que las certezas. ¿Por qué pusieron San Adrián en un lugar tan poco conveniente? Es más ¿por qué siguieron reedificándolo tras las inundaciones? Me entero por el amigo García Omedes (que aporta una noticia con el "redescubrimiento" del lugar) de que el edificio se asentó sobre postes de madera que deben permanecer bajo el nivel freático para evitar la ruina. También habla sobre el capitel derecho de la portada principal y lo pone en relación con otros donde aparecen temas acuáticos.

La verdad es que es difícil ver algo pero esta interpretación del monumento es tremendamente sugerente. Nos habla de leyendas, ninfas de los bosques y una cultura precristiana que podría haber sobrevivido solapada junto los nuevos ritos oficiales.

A pesar de su modestia y lo inadecuado del emplazamiento San Adrián perduró durante un siglo y medio como sede episcopal. ¿Por que no se eligió San Pedro de Siresa como obispado? ¿Por su vinculación con el imperio carolingio? De esta época sobrevive una lápida muy sencilla junto a la entrada lateral donde se anunca que allí fueron enterrados tres obispos.


Hic requiescant tres episcopi

PIEDRAS Y MÁS PIEDRAS

Monte Perdido y Soum de Ramond

Recorriendo el Pirineo jacetano se ven de vez en cuando unos carteles marrones donde se anuncia: “Ruta geológica pirenaica”, y el símblo de una foto. Nunca intenté ver lo que indicaban pero este jueves, en Jaca, entro en la Oficina de Turismo donde pregunto a qué vienen tales carteles y me informan de que efectivamente, hay una Ruta transpirenaica (España y Francia ¿alguien adivina de quién partió la inciativa?) donde se pueden visitar unos cuantos puntos de interés geológico, con carteles informativos e interpretación del paisaje que se ve en cada punto. Muy, muy recomendable.


Tienen página web (por supuesto) donde un informe en pdf reproduce los carteles, los croquis y da muy abundante información sobre este paraíso geológico /(y de otros tipos) que es el Pirineo. De vuelta a Zaragoza me dedico a repasar o más bien estudiar este tema que termina siendo además de bastante enrevesado, fascinante. Debo recordar las Eras geológicas (ésas que ya nadie estudia, ni siquiera en el Bachillerato, ay), tipos de toca, orogenias, encabalgamientos, deslizamientos sobre flysch (me encanta la palabra, qué sugerente de su significado). Resulta que la arenisca se llama gres en francés (los carteles están en ambos idionas ya que la ruta comprende los dos lados de la frontera). ¡Qué cosas, yo que creía tener suelos de gres (muy señorial) y resulta que son de arenisca¡. Por otro lado sé por el arte que la arenisca es terriblemente erosionable.¿También el gres?



Recomiendo un poco de estudio previo y un buen recorrido por estos lugares aporvechando que todo está ya preparado. Los paneles, que son muy simples, son extraordinariamente sintéticos y ofrecen una infomación mucho más completa de lo que podría sospecharse, hay que fijarse bien en los colores, mapas, ejes cronológicos. Naturalmente, unos puntos son más interesantes que otros y por eso es buena idea preparar el recorrido con antelación. Las muestras de rocas –exhibidas en Jaca – y la interpretación in situ de los paisajes que se pueden contemplar es lo más atractivo, desde mi punto de vista.





La iniciativa de estos geólogos me da que pensar sobre nuestras relaciones con el país vecino. Como tantas veces gracias a las invasiones francesas en este ..... país nos hemos enterado de lo que teníamos. Ejércitos galos trazaron mapas estupendos y fueron responsables de que el valle de Gistáin se diga así y no Chistén. A ver: pronuncien Gistaín a la francesa, s’il vous plaît. Louis Ramond de Carbonières se escaló unos cuantos “soums” dando nombre a uno de los más célebres. Lucien Briet fotografió a nuestros antepasados pastores cubiertos de zamarras de oveja, tan “pintoresques”.

Afortunadamente hoy muchos aficionados al Pirineo dejan constancia no sólo de su interés sino de su investigación sobre este espacio, recomiendo el blog de Juan Gavasa  donde combina su amor por el montañismo con una estupenda información y fotos sobre geología en esta cordillera, y en el que nos cuenta entre otras cosas la historia de las primeras viajeras que se aventuraron por estas montañas (reflexión: ¿cómo eran capaces de arriesgarse por estos caminos con aquellas faldas?), y de los "exploradores" que sacaron a la luz estos parajes, hasta entonces desconocidos.


Y finalmente, la Francia acogió mal que bien a miles de aragoneses tras nuestra guerra civil. ¡Qué bien nos ha sentado siempre Francia¡ Aunque nostálgicos del terruño, ¡cuántos salieron adelante, trabajaron, dieron escuela a sus hijos, vivieron con más libertad que de este lado de la frontera¡


En fin, que me desvío.


Caspar David Friedrich. Viajero frente a un mar de niebla

Como lo tenemos tan cerca igual no le damos al Pirineo todo el valor que tiene. Desde luego que las cosas están cambiando pero aún así es dificil que valoremos en toda su extensión la riqueza natural, paisajística, antrpológica de esta porción de nuestra tierra.


Pasear por estas montañas, sabiendo que fueron en su momento un paisaje tropical del hemisferio sur, y luego una fosa marina de varios miles de profundidad que se rellenó de restos de conchas marinas, siendo posteriormente plegada tan intensamente que ascendieron hasta casi 4.000 metros es más estimulante que muchas novelas fantásticas.

sábado, 9 de octubre de 2010

BRONCHALES


El día 3 participé en una andada por la sierra de Bronchales. Además de lo agradable del día, realmente estupendo, y la belleza de los paisajes, quiero dejar memoria de la emoción que supuso para mí volver a este lugar. Tenía yo 7 años cuando llegué por primera vez a este pueblecito que pronto se convertiría en un paraíso para mí. Nos habían recomendado que pasara en él una temporada para mejorar mi asma, y efectivamente, mis padres decidieron que pasaría aquí los dos meses del verano.


El autobús se deslizaba cómodamente por la autovía mudéjar, por fin terminada, y mi memoria volvía recordar, con una precisión e intensidad impactantes, aquel primer viaje por las que entonces eran carreterillas mal asfaltadas. Mi padre tuvo que preguntar varias veces la dirección, que nos indicaron mal, y mi madre (¡una verdadera pionera¡) no hacía sino proponer que nos volviéramos, visto que el paisaje se iba convirtiendo en puro pedregal y pastizal. Volvió con fuerza el sabor del queso de cabra, probado por primera vez en casa de la Señora Fructuosa, donde terminaríamos alojándonos los siguientes cuatro veranos.





El autobús paró en la Ermita de San Roque, muy restaurada pero donde aún pervivía el banco de piedra donde los chavales parábamos en nuestos continuos juegos. Muy remozado también el pueblo, ahora centro vacacional de cierta importancia. Entonces sólo algunos privilegiados podíamos “veranear”, aunque desde luego sin las comodidades o gasto que hoy consideraríamos imprescindibles. Mi padre nos traía con el coche pero debía volver a Zaragoza, a trabajar, y mi madre y yo nos quedábamos en Bronchales. Por las mañanas solíamos ir a los pinitos (de repoblación, ahora lo sé) cercanos al pueblo. Estaban construyendo los primeros “chalets” y el material de construcción era una fantástica fuente de inspiración para todo tipo de aventuras y juegos. Con un poco de suerte, los pastores que traían rebaños de cabras permitían que la chavalería les diésemos sal en la mano. Las cabras tenían una lengua rasposa y un temperamento arisco y asustadizo.



A veces llegábamos algo más lejos caminando por la carretera arriba, pero para los grandes desplazamientos había que esperar a que mi padre viniera con el coche. El viernes que llegaba –como muchos otros padres y maridos de los veraneantes – todos iniciábamos una “romería” saliendo del pueblo hacia la alameda (hoy desaparecida) de entrada al pueblo, hasta que uno a uno iban llegando los coches, que se anunciaban con estrépito de claxon y gritos de alegría de la familia. Cuando el calor apretaba, entreteníamos la espera pegando nuestras sandalias sobre charcos de alfalto semiderretido. Cantaban las cigarras y el aire olía a la mies recién cosechada.

El recorrido por los montes no pude reconocerlo, sólo en pocas ocasiones hicimos verdaderas andadas, siempre acompañados por nuestros amigos el matrimonio Marquina, una gente estupenda que cantaba canciones para marcar el paso y estaba siempre de buen humor. Íbamos a coger rebollones en el Pilar o fresas en primavera. El pinar tenía el aroma de la resina y las jaras, planta que ahora fui capaz de reconocer.



Me emocionó volver a andar por estos lugares. Fui muy feliz aquí y muy infeliz cuando ya no pude volver. Esta parte andariega y algo cabra que vengo recuperando desde hace unos años parte de este lugar. Aquí comenzó todo, en veredas aún poco lejanas y pequeñas “escaladas” por las rocas que rodean al pueblo.



De regreso a Bronchales, pude apreciar los cambios que se habían producido. Derribado el pilón donde bebían las caballerías y el rebaño, plagado de renacuajos y “pan de rana”, las sencillas casas han sido en su mayoría remozadas siguiendo un gusto “neo-rural” muy bonito y muy poco auténtico. La casa de la Señora Fructuosa, es hoy un hostal en traspaso. Enfrente aún está la “Casa del Cura”, que vimos construir y que nos quitó un espacio de juegos. Al pasar por la plaza me volvieron a la memoria los helados de corte (de tres gustos, aunque a mi me gustaba sobre todo el chocolate) que comprábamos los días de fiesta. No encontré el bar de la plaza desde el que el único televisor que había en el pueblo retransmitió una madrugada de julio la llegada del hombre a la Luna.


Antigua casa de Sra. Fructuosa


La tienda donde se podía comprar de todo


El matadero

El mundo era muy, muy pequeño. La calle en cuesta donde jugábamos, la plazoleta donde estaba la Tienda de “las Lucas” (todavía existe una¡) y adonde iban parar las pelotas que se nos escapaban. El Matadero sigue en su sitio, allí sacrificaban a los cerdos y ovejas que luego nos comíamos. Las ovejas iban como dice el dicho, todas pánfilas y tontorronas. Los cerdos no. No sé que se olerían pero aunque la calle era cuesta abajo, costaba grandes esfuerzos arrastrar al animal, que chillaba como un poseso. Los chicos nos quedábamos a ver cómo mataban al cerdo. No por crueldad sino por curiosidad, y falta de otros entretenimientos. Al cerdo lo colocaban panza arriba sobre un banco en tijera y le abrían el cuello. La sangre salía a chorros y la carnicera la recogía en un barreño enorme, mientras la revolvía con los brazos –muy blancos – arremangados para evitar que se coagulara. A poco el cerdo dejaba de moverse. Yo tenía enorme respeto por estos animales que se rebelaban ante un destino inevitable.


En una peluquería me informaron sobre la casa en la que veraneaba. Al lado se construyó otra, sobre parte del corral en el que jugaba y daba de comer a las gallinas. Me dijeron que allí vivía Sagrario, nieta de Fructuosa. No me atreví a llamar a la puerta (¿para decir qué?). Al salir del pueblo, bajo la nueva carretera, aún se veían tramos de la antigua, más estrecha, más tortuosa. Esa por la que me fui a los diez años y que no volví a recorrer.