domingo, 11 de diciembre de 2011

DESDE LA MARCA SUPERIOR (Tagr al-A`la)

Acabo de enviar un comentario larguísimo (para ser en la red) a un profesor que había colgado una presentación sobre arte islámico y ponía que la Aljafería era de periodo almohade. Del siglo XIII, recalcaba ¡¡qué horror/error¡¡). He firmado como profesora en la Marca Superior, y al intentar pronunciarlo en voz alta con su hamza me he quedado pasmada pues he conseguido decirlo con gran fidelidad. Recuerdo mis clases de árabe con horror (también: con error) y cómo era totalmente incapaz de pronunciar esa "oclusión" sonora que queda entre el jìpío flamenco y el gorgojo (con perdón).  Debe ser que hoy mi garganta, que amenzaza nuevas afonías, estaba suficientemente desestructurada.

Pasando a mi interés: estoy preparando el arte islámico para clase de 2º de Bachillerato, y leyendo el preciso y apasionado texto del libro de la editorial ECIR (entre cuyos autores está mi antiguo compañero Ignacio Martínez Buenaga apuesto a que es suyo ESE texto) he recordado una excursión que hicimos hace décadas a ver arte mudéjar con nuestro profesor Gonzalo Borras. Creo que fue ante la iglesia de Tobed cuando, más que a explicar, se puso a meditar o poetizar acerca de la función especular de la decoración islámica, de la desmaterialización del muro, y por supuesto, del paroxismo decorativo.



Era la caída de la tarde, una luz entre rosada y oro convertía los ladrillos de la iglesia en piezas de rica fábrica. Brillaban los azulejos como joyas dispuestas en complicada aunque precisa tracería.

Y en medio de las casitas humildes y el paisaje siempre austero de nuestra tierra, la iglesia comenzó a disolverse al conjuro de la voz de nuestro profesor. Espejearon las baldosas, los muros se volvieron ingrávidos y flotaron por un momento como en un ensueño.
 
Todos nos quedamos un tanto sobrecogidos por semejante arranque emocional. Y como éramos muy jóvenes y bastante pazguatos, no se nos ocurrió mejor manera de resolver la tensión que empezar a aplaudir. Eso, o romper a llorar.
 
Y no hubo más, ni menos. Y aunque también nos los leímos, no fueron los sesudos ensayos sobre arte los que nos permitieron alcanzar a comprender, a sentir, el arte mudéjar, sino esta experiencia difícil de plasmar en palabras. Muchas veces, el arte tiene esa cualidad de "visión", de revelación instantánea.
 
¿Y cómo podría transmitir todo esto a mis alumnos? No tengo tanta habilidad, ni tanto valor.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

DE NUEVO CARAVAGGIO

Me estoy leyendo una novelita de Andrea Camilleri sobre Caravaggio (El color del sol), a vueltas con internet - que cuando funciona es una maravilla - y con la potente y extraña Jocelyn Pook.


Otro cuadro de Caravaggio para pensárselo un ratico:

Archivo:Michelangelo Caravaggio 021.jpg


En el libro citado cuentan - novelando - en qué circunstancias pintó Caravaggio el cuadro, refugiado en la Casa de la Orden de Malta intentando librarse de una condena por haber asesinado a un hombre.  El autor firma el cuadro con la sangre el Bautista. Es impresionante la sensación de desnuda veracidad de la ejecución: como suele ocurrir, el verdugo sabe muy bien lo que hace y San Juan se desangra, exangüe, sobre el suelo del patio sin más alharacas. Aquí la única espantada de la escena es la vieja (al revés que en otros cuadros).


Una de las obras que más me han gustado de este autor fue La cena de Emaús. Las reproducciones, aunque buenas, desmerecen siempre. Hay que ir a la National Gallery de Londres a verlo. Aprovechad antes de que nos recorten las alas y supriman vuelos.

Archivo:Caravaggio.emmaus.750pix.jpg



Más y más fascinación por este autor, ahora averiguo que hay una película del mismo título de un cineasta del que no tenía idea: Derek Jarman (1942-1994). Hijo de un oficial de la RAF y una india, se contagió del VIH en los 80. Homosexual militante, admitió públicamente portar el virus, una de cuyas complicaciones le llevará a la tumba finalmente. Otro raro, como el amigo Michelangelo (Merisi). No hay sino decir que su primera película fue íntegramente grabada en latin.





Archivo:Prospect Cottage, Dungeness.jpg


Os dejo una foto de la casa en la que se refugió -entre nórdica y zen - con su austero jardín de piedras.

martes, 6 de diciembre de 2011

ANTONIO LÓPEZ

Una entrada para contar que estuve el domingo en Bilbao - un día magnífico - para ver dos exposiciones: la de Antonio López que no pude ver en Madrid y otra en el Guggenheim de Richard Serra y Brancusi.

Sobre la primera diré que aunque ya "conocía" al autor, me ha dejado sorprendida y fascinada. La exposición está a mi parecer muy bien planteada, pues expresa muy bien cómo ha ido evolucionando el estilo de este autor, cómo ha creado un universo propio que aparentemente es sencillo, real (le han etiquetado como hiperrealista) y cercano. Se ve claramente que parte de un planteamiento radicalmente "simple", pero esto de la simplicidad es algo muy difícil de alcanzar. En las diversas "versiones" del tema del membrillero, la primera es la más detallista, la más carnosa y fotográfica, y a partir de allí inicia un camino de años de, digamos, despojamiento, sintetización. Hasta que los últimos dibujos (mejor el dibujo que la pintura para esto de la simplicidad) consisten en atisbos de líneas que más que reflejar, sugieren - eso sí, con una precisión, una fidelidad impactante - las ramas, las hojas, los frutos del membrillero. No me extraña que al autor le maravillara también la capacidad de síntesis de los pintores pompeyanos, él teminó caminando en la misma dirección, salvando los siglos.

Membrillero en sus comienzos

Membrillero. Mi favorito



De las últimas versiones


Antonio López es de Tomelloso, cosa que lleva a gala y que según él explica algo de su universo pictórico, un lugar sin el peso de la historia donde lo real alcanza categoría de propuesta vital: trabajo honrado, vida cotidiana, importancia del universo familiar. Con esto, nada de zarandajas y búsquedas simbólicas o temas rebuscados. Sus retratos de familiares tienen la contundente presencia de los grupos escultóricos romanos. Si alguien no demasiado zote ha visto estos retratos clásicos, sabe que podría estar mirándolos sin pausa durante horas. Aparentemente, tan simples ¿no? Me emocionó el que les hizo a sus padres, este cuadro es como los de Goya en el sentido de que los representados están - como se suele decir - "retratados". No hay que explicar mucho más de ellos, el cuadro habla por sí solo.

ANTONIO LÓPEZ
Retrato de sus padres
Y respecto a sus cuadros sobre Madrid, lo que más me sorprendió fue que yo pensaba que eran representaciones muy detallistas de la ciudad, pero aunque cuando las contemplas desde cierta distancia así te lo parecen, luego al acercarte resulta que son tan pictóricas como cualquier otro cuadro. Además es muy curiosa su pretensión de plasmar la visión ocular (ovoidal, y no lineal renacentista), lo que lleva a aparentes distorsiones del espacio que en realidad y dado el tamaño de las obras y lo que representan, terminan siendo mucho más realistas que una perspectiva piramidal clásica.


Gran Vía con perspectiva renacentista


Gran Vía con visión ocular

Antonio López nunca da por terminado un cuadro, pinta con pasión atenta un tema - un bodegón, una persona - durante un tiempo y da por concluida la obra pero luego suele volver a retomarlo. Este modo de trabajar provocaba en su hogar situaciones que a mí me parecen muy molestas -y que su familia hubo de aprender a soportar - como que dejaba una mesa preparada para una cena sin retirar durante meses pues nunca sabía cuándo había de volver sobre el cuadro (su hija nos cuenta cómo enmohecían los alimentos entretanto). A Antonio López le gusta este paso del tiempo sobre los objetos, de hecho él intenta incorporar esta temporalidad a su obra. Calles, terrazas pintadas hace años se "renuevan" en una obra posterior e incorporan los desconchones del tiempo como un integrante más del cuadro. De hecho y puesto que nunca llega a poder pintar las personas que planeaba en tales escenarios - algunos ya muertos - es el propio paso del tiempo el que se convierte en extraño protagonista, "paisajes"  algo desolados, silenciosos, abandonados.



Terraza de Lucio


Finalmente - y por faltarme tiempo, que no ganas ni interés - me gustaría dejar unos apuntes sobre la aparente intrascendencia de algunos de sus temas. Hay una "serie" increíble sobre su estudio, un destartalado sótano pintado una y otra vez. El comentario general era que cualquiera podía haber hecho un cuadro de alguno de los pisos "de estudiantes" donde hemos vivido en alguna ocasión. El caso es que no lo hemos hecho, y no creo que hubiéramos podido pintar con semejante detallismo y dignidad - las baldositas hexagonales del suelo ¡un poema¡ -  tal cúmulo de basura, desorden y dejadez. Al parecer un día la "tata" quiso limpiar tal despropósito, y luego el pintor y sus familiares volvieron a dejar todo "en su sitio". Esto resulta muy cómico pero no lo cuento como ejemplo de extravagancia artística, sino para ilustrar su forma de trabajo y su amor por los ambientes radicalmente cotidianos.