martes, 6 de diciembre de 2011

ANTONIO LÓPEZ

Una entrada para contar que estuve el domingo en Bilbao - un día magnífico - para ver dos exposiciones: la de Antonio López que no pude ver en Madrid y otra en el Guggenheim de Richard Serra y Brancusi.

Sobre la primera diré que aunque ya "conocía" al autor, me ha dejado sorprendida y fascinada. La exposición está a mi parecer muy bien planteada, pues expresa muy bien cómo ha ido evolucionando el estilo de este autor, cómo ha creado un universo propio que aparentemente es sencillo, real (le han etiquetado como hiperrealista) y cercano. Se ve claramente que parte de un planteamiento radicalmente "simple", pero esto de la simplicidad es algo muy difícil de alcanzar. En las diversas "versiones" del tema del membrillero, la primera es la más detallista, la más carnosa y fotográfica, y a partir de allí inicia un camino de años de, digamos, despojamiento, sintetización. Hasta que los últimos dibujos (mejor el dibujo que la pintura para esto de la simplicidad) consisten en atisbos de líneas que más que reflejar, sugieren - eso sí, con una precisión, una fidelidad impactante - las ramas, las hojas, los frutos del membrillero. No me extraña que al autor le maravillara también la capacidad de síntesis de los pintores pompeyanos, él teminó caminando en la misma dirección, salvando los siglos.

Membrillero en sus comienzos

Membrillero. Mi favorito



De las últimas versiones


Antonio López es de Tomelloso, cosa que lleva a gala y que según él explica algo de su universo pictórico, un lugar sin el peso de la historia donde lo real alcanza categoría de propuesta vital: trabajo honrado, vida cotidiana, importancia del universo familiar. Con esto, nada de zarandajas y búsquedas simbólicas o temas rebuscados. Sus retratos de familiares tienen la contundente presencia de los grupos escultóricos romanos. Si alguien no demasiado zote ha visto estos retratos clásicos, sabe que podría estar mirándolos sin pausa durante horas. Aparentemente, tan simples ¿no? Me emocionó el que les hizo a sus padres, este cuadro es como los de Goya en el sentido de que los representados están - como se suele decir - "retratados". No hay que explicar mucho más de ellos, el cuadro habla por sí solo.

ANTONIO LÓPEZ
Retrato de sus padres
Y respecto a sus cuadros sobre Madrid, lo que más me sorprendió fue que yo pensaba que eran representaciones muy detallistas de la ciudad, pero aunque cuando las contemplas desde cierta distancia así te lo parecen, luego al acercarte resulta que son tan pictóricas como cualquier otro cuadro. Además es muy curiosa su pretensión de plasmar la visión ocular (ovoidal, y no lineal renacentista), lo que lleva a aparentes distorsiones del espacio que en realidad y dado el tamaño de las obras y lo que representan, terminan siendo mucho más realistas que una perspectiva piramidal clásica.


Gran Vía con perspectiva renacentista


Gran Vía con visión ocular

Antonio López nunca da por terminado un cuadro, pinta con pasión atenta un tema - un bodegón, una persona - durante un tiempo y da por concluida la obra pero luego suele volver a retomarlo. Este modo de trabajar provocaba en su hogar situaciones que a mí me parecen muy molestas -y que su familia hubo de aprender a soportar - como que dejaba una mesa preparada para una cena sin retirar durante meses pues nunca sabía cuándo había de volver sobre el cuadro (su hija nos cuenta cómo enmohecían los alimentos entretanto). A Antonio López le gusta este paso del tiempo sobre los objetos, de hecho él intenta incorporar esta temporalidad a su obra. Calles, terrazas pintadas hace años se "renuevan" en una obra posterior e incorporan los desconchones del tiempo como un integrante más del cuadro. De hecho y puesto que nunca llega a poder pintar las personas que planeaba en tales escenarios - algunos ya muertos - es el propio paso del tiempo el que se convierte en extraño protagonista, "paisajes"  algo desolados, silenciosos, abandonados.



Terraza de Lucio


Finalmente - y por faltarme tiempo, que no ganas ni interés - me gustaría dejar unos apuntes sobre la aparente intrascendencia de algunos de sus temas. Hay una "serie" increíble sobre su estudio, un destartalado sótano pintado una y otra vez. El comentario general era que cualquiera podía haber hecho un cuadro de alguno de los pisos "de estudiantes" donde hemos vivido en alguna ocasión. El caso es que no lo hemos hecho, y no creo que hubiéramos podido pintar con semejante detallismo y dignidad - las baldositas hexagonales del suelo ¡un poema¡ -  tal cúmulo de basura, desorden y dejadez. Al parecer un día la "tata" quiso limpiar tal despropósito, y luego el pintor y sus familiares volvieron a dejar todo "en su sitio". Esto resulta muy cómico pero no lo cuento como ejemplo de extravagancia artística, sino para ilustrar su forma de trabajo y su amor por los ambientes radicalmente cotidianos.




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